miércoles, 2 de octubre de 2013

Duelos y pérdidas

Duelos y pérdidas
La propia muerte: el proceso de morir
Para los seres humanos es muy difícil admitir el hecho de estar solo, uno de los grandes desafíos de la vida es aceptar y acostumbrarse a la soledad. El concepto de soledad se comprende de diferente manera de acuerdo al contexto familiar, social y cultural en el que se desenvuelve el sujeto.
El temor  a estar solo comienza desde muy temprana edad. Cuando un sujeto nace depende de alguien para sobrevivir y cuando crece nadie le enseña que la etapa de dependencia para la supervivencia ha pasado y que no es necesario tener a alguien a un lado para subsistir. La mayoría de las personas crecen con una idea equivocada y buscan siempre tener a alguien a su lado para asegurar su supervivencia. Generalmente se busca estar rodeado de personas y siempre tener algo en que estar ocupado para evitar estar a solas.  
Las personas van pasando de una relación a otra, buscado siempre estar acompañadas sin importar si son felices o no. Sin embargo, esto es solamente utilizado como una evasión a la soledad, intentando encontrarse y complementarse por medio de alguien más. Es un reto aceptar que uno nace solo y de la misma manera ha de morir. Se debe aceptar que durante la existencia se conoce a mucha gente pero en algún momento se tendrán que ir. Es difícil reconocer que las personas solamente están con nosotros por un tiempo determinado y no siempre nos van a acompañar.
Uno de los más grandes miedos de los seres humanos es el temor a estar a solas o ser abandonado, la mayoría experimenta una gran ansiedad ante este hecho. La soledad nos atemoriza porque no estamos seguros de poder cuidarnos y satisfacer nuestras propias necesidades. Nadie nos enseñó que nosotros somos los únicos responsables de nuestra existencia.
La necesidad de tener a alguien más que nos cuide es tan grande en la infancia que cuando crecemos buscamos a otra persona para que supla el rol de nuestros cuidadores. La forma en que nos relacionábamos de pequeños se proyecta con cada relación que vamos formando y  buscamos la seguridad de ciertos lazos en las relaciones como adultos. Nos atemoriza perder a las personas porque nos recuerda lo vulnerables que podemos llegar a ser. Esta inseguridad nos puede llevar a pensar que si no tenemos a nadie más somos inútiles y no encontramos ningún significado ni satisfacción a vivir si no se comparte con otra persona.
En nuestra cultura se le ha dado un significado erróneo a la palabra “soledad”. Generalmente se asocia con abandono, aislamiento, separación y falta de contacto. Además de sentimientos de desesperación, tristeza, dolor, angustia y pánico. Debemos de aceptar la realidad de que siempre estaremos esencialmente solos; aun estando rodeados de personas, cada quien esta solo interiormente y experimenta la vida de una manera distinta a los demás. Vivimos solos con nuestro cuerpo, sentimientos y pensamientos.
Nuestras ideas erróneas y el temor a la soledad nos llevan a ver la muerte como un hecho repugnante. Ninguna experiencia es más íntima y privada que esta, es el único proceso en el que se estará real y completamente solo. La muerte debe ser vista como una experiencia única para cada quien y vivirla interiormente, cuando estemos muriendo también estaremos solos aun teniendo a muchas personas alrededor.
La muerte propia o la de alguien que creemos que necesitamos para sobrevivir nos obliga a enfrentarnos con la temida soledad. Gran parte de la resistencia ante la muerte se muestra en los esfuerzos por aferrarnos a alguien más en la vida, sin tomar en cuenta las circunstancias.
Es necesario admitir  que cada quien es capaz de cuidar de sí mismo y que estar solo no es una situación tan grave como nos han enseñado; sino más bien nos brinda la oportunidad de apreciarnos y conocernos a nosotros mismos. Solamente nosotros somos responsables de nuestra existencia, si cada quien aprende a cuidar de sí mismo y no le delega la responsabilidad a alguien más, será más fácil aceptar cualquier pérdida, ya que cuando alguien se va no se lleva ninguna parte nuestra y podemos continuar viviendo aunque hayamos sufrido la pérdida de dicha persona.
 Una pérdida en nuestra vida debe de ser vista como una oportunidad de trascender, analizando las oportunidades que nos brinda este cambio y encontrado la fortaleza interior que nos lleve a vivir por nosotros mismos.  Si logramos enfrentar las emociones y nos permitimos expresarlas sin poner resistencia alguna, la propia muerte será más fácil.
Generalmente, las personas mueren en la forma en que vivieron y ven la muerte con la misma actitud que ven la vida. Cuando se vive de una manera libre y abierta para expresar los sentimientos es probable que la muerte sea un proceso fácil de asimilar. En cambio, si la persona no se permite sentir y expresar emociones, es casi seguro que la muerte será un proceso difícil y doloroso. 
Desde el nacimiento se van estableciendo los mecanismos de defensa que utilizamos para reaccionar ante determinadas situaciones y protegernos del peligro emocional. Estos permanecen iguales durante toda la vida y solamente cambian hasta que se llevan a un nivel consciente. La negación es uno de los primeros mecanismos de defensa que se utilizan para hacerle frente a la muerte, protege a la psique de la idea de abandonar la vida en cualquier momento.
Aunado a la negación puede ir la esperanza, nos ayuda a sobrellevar el dolor creyendo en la idea de que existe un futuro significativo, sin importar que tan largo y prometedor sea. Desde que se recibe la noticia de la muerte hasta que se llega a la aceptación, la persona tiene la esperanza de que cualquier cosa, falsa o real, podría suceder para cambiar el rumbo de su vida. Esto ayuda a asimilar la idea de morir.
Todos los seres humanos tenemos sueños, planes y metas por alcanzar a lo largo de la vida, para lograr renunciar a ellos se necesita transitar por un proceso de reajuste que finalmente lleve a aceptar la realidad. Durante este proceso se debe cumplir con las metas más accesibles y renunciar o cambiar las que parezcan imposibles; de esta manera, la persona se desprende poco a poco de los objetivos de la vida diaria y sus expectativas cambian para esperar la liberación del dolor físico y alejarse de todas las presiones que implica el estar vivo.
El proceso de muerte es visto de diferente manera dependiendo de la edad y la madurez emocional. A diferencia de los adultos, por ejemplo, los niños expresan libremente sus emociones. Conforme vamos creciendo la sociedad nos prohíbe expresar las emociones abiertamente, haciéndonos actuar de una manera más racional. Generalmente reprimimos la expresión emocional, no sabemos qué sucederá si nos expresamos libremente hasta que los sentimientos se acumulan y nos hacen actuar de una manera inesperada. Con la madurez se va adquiriendo mayor autoconocimiento y apego emocional. También cambian las expectativas y metas; no espera lo mismo un niño que un anciano, ni un adolescente se preocupa por las mismas cosas que un adulto.
Independientemente de la edad, es importante que como seres humanos aceptemos y vivamos libremente todas nuestras emociones. Esto nos hará mucho más fácil atravesar por el proceso de duelo; se deben de aceptar y expresar los sentimientos, eliminando las etiquetas que la sociedad nos impone al hacernos creer que las emociones son  “buenas o malas”. Si nuestras emociones están integradas podremos acceder a un mayor autoconocimiento y autoconciencia y, de esta manera, la muerte puede ser vista como un proceso normal por el que se debe de pasar después de haber vivido plenamente.
Cuando un ser humano alcanza la madurez emocional es capaz de aceptar que si la muerte le llega a todo el mundo, él no será la excepción. Se debe de tener plena conciencia de que en algún momento tendremos que dejar de vivir y cuando llegue el momento estar preparados para poder reorganizar los planes, objetivos, sueños y todo lo relacionado con la vida que se va a abandonar.
El manejo del conocimiento de la muerte propia implica enfrentar el miedo a dejar la vida en la forma en que se ha conocido y vivido hasta ahora. Habrá que tomar las decisiones necesarias, resolver los problemas, corregir errores y aclarar los puntos pendientes en las relaciones para afectar lo menos posible a los que sobrevivirán después de nuestra muerte.
Para aprender a morir es necesario aprender a vivir. Se debe vivir de una manera desprendida, aceptando y expresando los sentimientos sin ser apegados a nada ni nadie. Si se vive de esta forma,  el momento en que suceda la muerte no tendrá importancia, pues se tendrá la plena conciencia de que en algún momento la vida terminará yéndose.
Debemos vivir la vida teniendo muy presente que se va a terminar en algún momento. Si se ve a la muerte como un destino, entonces la vida será vista como la preparación para llegar a ella y aprender a morir adecuadamente.
La mayoría de la gente considera la muerte como una enemiga de la vida, desde este punto de vista, será necesario combatirla y verla como un acontecimiento repugnante al que nadie quiere acercarse. Si se trata de luchar contra la muerte es como luchar contra el propio origen y el destino, se convierte en una lucha sin sentido porque es inevitable que suceda. Vida y muerte es un binomio que nunca se podrá separar. Una persona que teme a la muerte se aferrará demasiado a la vida y no podrá vivir buscando un verdadero sentido y significado a su existencia.
La pérdida más absoluta y contundente es la muerte de uno mismo, es imposible ser un observador pasivo ante el propio sufrimiento por eso es necesario dejar que lastime para poder sentir y lograr superarlo. La relación más intensa que tenemos y, generalmente, más confusa es con nosotros mismos. La relación emocional que tenemos con los demás es proporcional a la dependencia que tenemos entre nosotros. Esta dependencia se basa en necesidades básicas de sobrevivencia, incluyendo aspectos físicos y emocionales. El temor de cada pérdida significativa en nuestra vida se produce por la amenaza que representa para muestra sobrevivencia. Es como si se perdiera una parte de nosotros mismos ocasionando un miedo a no lograr sobrevivir sin ella.
Así pues, en la vida siempre habrá dolor, nos encontramos en constante cambio y  cuando se presenta un acontecimiento crítico generalmente tratamos de negarlo y nos resistimos a aceptarlo. El cambio es visto como un enemigo para la estabilidad y pensar en lo que vendrá después de este, generalmente nos produce ansiedad y resistencia.  Debemos modificar las ideas que nos han inculcado desde el nacimiento, la sociedad solo quiere escuchar palabras agradables y cómodas que le sirvan de consuelo pero es necesario expresar y sentir las emociones logrando una vida desprendida para que nuestra muerte sea una buena experiencia.


 Referencia:

-          O´Connor, N. (2008). Dejarlos ir con amor: la aceptación del duelo. México: Trillas.

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