domingo, 14 de julio de 2013

Arquetipo de "La sombra"

Arquetipos de Jung

Arquetipo se define como “un modelo que mejor representa algo”.  Jung utiliza este término en la psicología, tenía la teoría de que las sociedades de todos los pueblos también tienen un inconsciente, como si todos los seres humanos tuviésemos una  sola mentalidad, esto lo definió como “inconsciente colectivo”. Para Jung, los arquetipos son las ideas en común que tenemos las personas aunque no compartamos la misma cultura. 

Jung distinguía entre arquetipos e imágenes arquetípicas. Los arquetipos mismos carecen de forma y no son visualizables; "el arquetipo, como tal es un factor psicoide que pertenece, por así decir, al extremo invisible y ultravioleta del espectro psíquico". No pueden comprenderse directamente por análisis intelectual, el intelecto no puede contenerlos ni alcanzar las profundidades de sus múltiples significados, sólo podemos sentirlos cuando se llenan de contenido individual.

En realidad, lo que llega a nuestra consciencia son siempre las imágenes arquetípicas, o sea manifestaciones concretas y particulares de los arquetipos. Pueden llegar a través de sueños, sensaciones, imágenes o palabras, y suelen ser percibidas como independientes de nuestra experiencia personal. A veces llegan como algo nuevo, desconocido, y esto hace que su impacto sea muy poderoso.

Las imágenes arquetípicas están conectadas con el pasado y también con el futuro. Por eso son transformadoras. Jung decía: "el Yo no sólo contiene el depósito y la totalidad de la vida pasada, sino que también es un punto de arranque, el suelo fértil a partir del cual brotará toda vida futura". De este modo las imágenes pueden funcionar como guía, como líneas indicadoras que nos muestran el camino, aunque sin obligarnos a seguirlo.

Además de la capacidad de intuir, Jung también reconoce en los arquetipos la posibilidad de hacerse con todo el control de la psique y "poseer" al individuo. De hecho, cuando un arquetipo se expresa de forma inconsciente, puede poseernos y determinarnos, mostrando en la mayoría de los casos su faceta negativa; mientras que si lo acercamos al consciente aprendemos de él, recuperamos el poder de elección, podemos adecuarlo a nuestra individualidad, ampliar nuestro potencial y expresarlo de la forma que nosotros prefiramos.

Así pues, los arquetipos son los arquitectos de nuestra vida. Desarrollar la visión simbólica y arquetípica nos ayuda a comprender nuestra existencia y nuestro objetivo vital. Permite también ver la vida con un grado de claridad espiritual que ayuda a curar heridas emocionales y espirituales acumuladas. Y hace posible sentir la guía divina en nuestra alma.


Arquetipo de la sombra

Jung denominó como el arquetipo de “La Sombra” a todos los aspectos ocultos o inconscientes del individuo, tanto positivos como negativos, que éste conscientemente ha reprimido o nunca ha reconocido para sí.  

“La sombra representa cualidades y atributos desconocidos o poco conocidos del ego tanto individuales (incluso conscientes) como colectivos. Cuando queremos ver nuestra propia sombra nos damos cuenta (muchas veces con vergüenza) de cualidades e impulsos que negamos en nosotros mismos, pero que podemos ver claramente en otras personas”.

En términos jungianos, la sombra representa esa especie de universo paralelo que conocemos como el inconsciente, ese cúmulo de información sensible que yace sepultado en nuestro interior mientras ejerce la habilidad de eludir la luz de la conciencia, a la que dicta múltiples rasgos de nuestra personalidad. Jung la concebía como una manifestación dual, cuya naturaleza emanaba cualidades tanto negativas como positivas.    

La sombra se compone de deseos reprimidos e impulsos incivilizados que hemos excluido de nuestra auto imagen, de cómo nos vemos a nosotros mismos. Estas motivaciones son percibidas como moralmente inferiores para el “ideal” de lo que creemos que somos, también depositamos en la sombra fantasías y resentimientos.

en general la sombra abarca todas aquellas cosas de las cuales uno no se siente orgulloso.  Estas características no reconocidas en uno, a menudo se perciben en los demás a través del mecanismo de proyección, que consiste en observar las propias tendencias inconscientes en otras personas. Debido a la dificultad de reconocer y aceptar nuestra propia sombra, este mecanismo de proyección es una de las formas más recurrentes y negativas de no trabajar los propios defectos y adjudicar éstos sólo a los demás.

El ser humano proyecta, en un mal anónimo que existe en el mundo exterior, todas las manifestaciones que salen de su sombra, porque tiene miedo de encontrar en sí mismo la verdadera fuente de toda desgracia. Todo lo que el ser humano rechaza pasa a su sombra que es la suma de todo lo que él no quiere, pero debe ocuparse en forma muy especial de estos aspectos, pues al rechazar en su interior un principio determinado, cada vez que lo encuentre en el mundo exterior desencadenará en él una reacción de repudio. 

Arquetípicamente la sombra se muestra como un personaje elusivo que generalmente vibra en una frecuencia inferior. Una entidad oscura, amenazante, cuya presencia por momentos nos desagrada y nos invita a la negación.

La sombra está expuesta a contagios colectivos, debido a que el individuo es seducido por el anonimato del grupo y se deja llevar por la masa desenfrenada, en esta masa anónima, la personalidad puede expresar lo reprimido o sus aspectos no reconocidos bajo el amparo y aprobación del grupo.

El emprender este difícil camino de enfrentar, reconocer, integrar y trabajar con nuestra sombra es necesario para el conocimiento y realización total de uno mismo, proceso al que Jung denominó el proceso de individuación. La confrontación de la conciencia con su sombra es una necesidad terapéutica y, en realidad, el primer requisito para cualquier método psicológico completo. Vale la pena pasar por este proceso de llagar a un acuerdo con “El Otro” que hay en nosotros, porque así logramos conocer aspectos de nuestra naturaleza que no aceptaríamos, que nadie nos mostrará, y que nosotros mismos jamás admitiríamos.

Enfrentarse a la sombra contempla trabajar e integrar ambos lados: aquellas cualidades y actividades de las cuales uno no se enorgullece, y nuevas posibilidades que uno nunca supo que estaban ahí. Cuando aprendemos a reconocer nuestra sombra y a vivirla un poco más, nos volvemos más accesibles, naturales, y humanos, nos integra al grupo y dejamos de estar sobre él, para ser humanos entre humanos en una relación natural.

El encuentro con nuestra sombra es un requisito ineludible en el proceso de alcanzar la plenitud. Una vez que aceptemos la totalidad de los ingredientes que nos conforman, entonces realmente podremos purificar la formula y re-programarla hacia una existencia plena. Jung afirmaba que a partir del momento en que nos encontremos de frente con nuestra sombra, entonces seremos inmunes a cualquier sentimiento de culpa, miedo o vergüenza. Atravesar ese velo es la misión fundamental de todo personaje protagónico (y recordemos que todos somos héroes de nuestra propia narrativa).


“Todos cargamos una sombra. Y entre menos se encuentre fusionada con la vida consciente del individuo, más oscura y densa es.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario